El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha clave que nos invita a reflexionar sobre los desafíos ecológicos que enfrenta el planeta, renovando el compromiso con su protección. Desde 1974, esta jornada impulsada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha abordado temas cruciales como la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire o la acción climática. En 2025, el foco se centra en una amenaza silenciosa pero omnipresente: la contaminación por plásticos.
En este contexto, la profesora Soledad Muniategui Lorenzo, Catedrática de Química Analítica y Coordinadora del Grupo de Investigación Química Analítica Aplicada (QANAP) de la Universidade da Coruña, aporta en este artículo una visión experta y rigurosa sobre la magnitud del problema, los riesgos asociados a los microplásticos y las posibles soluciones desde la ciencia, la legislación, la industria y la ciudadanía. Su dilatada trayectoria investigadora en el análisis de contaminantes emergentes y su participación en proyectos nacionales e internacionales la sitúan como una voz autorizada para abordar uno de los mayores retos ambientales de nuestro tiempo.


Soledad Muniategui
Catedrática de Química Analítica y Coordinadora del Grupo de Investigación Química Analítica Aplicada de la Universidade da Coruña.

Cada año, el 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una iniciativa liderada desde 1974 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que pretende reflexionar sobre el estado del planeta y promover acciones en favor de su protección. Este año, el Día Mundial del Medio Ambiente 2025 bajo el lema “Detengamos la contaminación por plásticos”, pone el foco en uno de los desafíos ambientales más urgentes de nuestro tiempo.
Desde su invención en el siglo XX, el plástico ha transformado radicalmente muestra vida. Su versatilidad, durabilidad y bajo coste como derivado del petróleo lo han convertido en un material omnipresente e imprescindible en la industria, el transporte, la medicina, la agricultura y en productos de uso cotidiano. Sin embargo, la producción masiva sin una adecuada gestión de residuos ha generado una crisis ambiental de escala global, que amenaza con colapsar el equilibrio ecológico y poner en riesgo nuestra salud.
En las últimas décadas, los plásticos han invadido todos los rincones del planeta. Desde los mares y las profundidades de los océanos hasta las aguas continentales, el aire, los suelos, las altas montañas o la nieve antártica, los fragmentos de plásticos y microplásticos (inferiores a 5 mm) están presentes en el agua, los alimentos que ingerimos e incluso en la sangre humana.
La producción mundial de plástico ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas superando los 400 millones de toneladas anuales, cifra que se estima se duplicará en 2040. De éstas, más del 60% corresponde a plásticos de un solo uso. El volumen total de residuos procedentes de envases y embalajes de plástico generados por persona en España se situó por encima de los 36 Kg en el año 2021, lo que supone un incremento de más de 1kg respecto al año anterior. Alrededor de 22 millones de toneladas de plásticos llegan anualmente a los suelos, ríos y océanos, y de ellos unos 14 millones de toneladas van a los ecosistemas marinos, contribuyendo significativamente a la degradación del medioambiente. Además, la producción de plásticos genera más de 2.000 millones de toneladas al año de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que representa el 3,5% de las emisiones globales.
Distribución e impacto de la contaminación por plásticos
El origen de los residuos plásticos se encuentra en múltiples sectores de actividad, entre los que destacan los envases y embalajes, que representan más del 45% del volumen total de residuos plásticos; la industrias textil y cosmética, que generan grandes volúmenes de microfibras y micropartículas sintéticas que no se retienen en los sistemas de tratamiento de aguas residuales: la pesca y actividades marítimas, el tráfico urbano y desgaste de neumáticos, entre otras.
Se trata de una contaminación persistente, ya que el plástico puede tardar hasta 500 años en degradarse, fragmentándose en microplásticos y nanoplásticos (inferiores a 1µm) que se dispersan en suelos, ríos, océanos y en el aire.
La acumulación de plásticos no solo afecta al medio físico, sino también a la vida acuática y terrestre, y en el caso de los microplásticos pueden pasar a la cadena trófica hasta llegar al ser humano. Esta situación es más crítica en países en desarrollo más afectados por los residuos plásticos mal gestionados. Estudios recientes han documentado la presencia de microplásticos y nanoplásticos en el agua potable, en alimentos y matrices biológicas humanas (tejidos pulmonares, placenta, sangre y cerebro).
Los peligros potenciales asociados con los microplásticos pueden ser: físicos, derivados de las propias partículas; químicos, debido a monómeros tóxicos no ligados, aditivos y sustancias químicas adsorbidas; y microbianos, si los microorganismos patógenos colonizan los microplásticos. Sin embargo, las implicaciones de los microplásticos para la salud humana aún son en gran medida desconocidas, y queda mucho por aprender sobre su impacto en los organismos vivos.
Las partículas de plástico están presentes en el agua a nivel mundial, incluyendo los ecosistemas acuáticos y el agua potable. Entre el 80 % y el 98 % de los microplásticos en agua dulce tienen un origen terrestre. Pueden llegar al agua desde diversas fuentes, como la escorrentía superficial, las aguas residuales y los efluentes industriales (tratados y sin tratar). Además, existen evidencias que indican que parte de los microplásticos presentes en el agua potable podrían provenir de los sistemas de tratamiento y distribución de agua del grifo o del embotellado de agua de bebida. Según se recoge en un informe de la Organización Mundial de la Salud del año 2019, los recuentos de partículas de plástico en diversos estudios oscilan entre 0 y 1.000 partículas/litro en agua dulce y aunque son escasos los estudios, se han detectado microplásticos en agua potable con valores de 0 a 10.000 partículas/litro. En la mayoría de los casos, los estudios en agua dulce se centraron en partículas de mayor tamaño, utilizando filtros un orden de magnitud mayor que los utilizados en los de agua potable. Por lo tanto, con frecuencia no es posible realizar comparaciones directas entre los datos de estudios de agua dulce y agua potable. Se ha reportado en las aguas superficiales que más del 90 % de los microplásticos presentes se encuentran en el rango de 20 a 100 μm, el 8 % entre 100 y 300 μm y el resto, son mayores de 300 μm. En cuanto a su composición, los polímeros más abundantes en el agua potable son polietileno (PE), polipropileno (PP), poliamida (PA) y tereftalato de polietileno (PET).
En el caso del agua potable, algunos resultados para el agua embotellada son particularmente altos. Los microplásticos reportados en el agua del grifo tienden a ser de dimensiones mayores y menos abundantes en comparación con el agua embotellada. La dispersión de los resultados y las discrepancias metodológicas entre los estudios dificultan la obtención de conclusiones sobre sus posibles efectos y riesgos para la salud humana. También se ha sugerido que las partículas plásticas en el agua potable son generalmente menores que las encontradas en otros productos alimenticios.
En el marco de la red temática de investigación de Micro y Nanoplásticos en el Medio Ambiente, EnviroPlaNet, financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el grupo de Química Analítica Aplicada (QANAP) de la Universidade da Coruña ha participado en un estudio para evaluar la presencia de microplásticos en el agua del grifo en ocho localidades españolas, aplicando los mismos procedimientos de muestreo y análisis. La concentración promedio de todas las localizaciones fue de 13 ± 5 partículas plástico/m³ (A Coruña 10-20 MP/m³). Los resultados mostraron que el agua de grifo suministrada por las ETAP y los sistemas de distribución convencionales estudiados no representa una vía significativa de exposición a la contaminación por microplásticos y que supondría un riesgo bajo para la salud humana, aunque son necesarios más estudios. Sin embargo, es cierto que las concentraciones de micro y nanoplásticos en el agua potable son controvertidas debido a informes con resultados de diferentes órdenes de magnitud. Si bien parte de las diferencias se pueden atribuir a las metodologías de análisis empleadas, no se puede descartar la variabilidad debida a diferencias en las fuentes de agua.
La normativa sobre la calidad de las aguas destinadas al consumo humano considera los microplásticos como contaminantes de interés emergente. Así, en 2024 se ha propuesto a nivel europeo una metodología de análisis de microplásticos en el agua y la Comisión Europea ha incluido los microplásticos como contaminantes en la «lista de observación» de sustancias o compuestos que pueden estar presentes en el agua potable y susciten preocupación pública o científica por motivos de salud, requiriendo su seguimiento y monitorización.
No cabe duda de la necesidad de disponer de metodologías de muestreo y análisis armonizadas y validadas, que cumplan criterios de aseguramiento de calidad, que permitan comparar los resultados y establecer sólidas conclusiones. En esta línea desarrolla su investigación en el Instituto Universitario de Medio Ambiente de la Universidade da Coruña el grupo de Química Analítica Aplicada (QANAP). Desde 2010 centra una de sus líneas de investigación en el estudio de los microplásticos en el medio ambiente, considerando el desarrollo de nuevos métodos de análisis que permitan su identificación y cuantificación eficiente en aguas, aire, suelo, sedimentos y organismos acuáticos (plancton, moluscos y peces).
A lo largo de estos años, en el marco de varios proyectos de ámbito nacional y europeo, en QANAP estudiamos la distribución de microplásticos en el medio acuático, su persistencia, degradación y envejecimiento, bioacumulacion y efectos en los organismos, además de la presencia de aditivos químicos, su caracterización química y potenciales efectos. En el proyecto europeo Labplas centramos el estudio en la cuenca del Mero-Barcés, junto con el Támesis, Elba y Mar del Norte, analizando microplásticos en aguas, sedimentos, deposición atmosférica y organismos, sus fuentes de origen y la presencia de aditivos plásticos y contaminantes ambientales que pueden ser retenidos en los plásticos. En el proyecto Splashmare, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, evaluamos los microplásticos procedentes de neumáticos y tráfico rodado, biopolímeros y plásticos reciclados, su caracterización química, presencia y distribución en el medio acuático.
La investigación y el conocimiento han avanzado mucho en estos años, pero aún existen retos importantes en la armonización de las metodologías de análisis, el estudio de los efectos de los microplásticos en los organismos y su transferencia en la cadena alimentaria y potencialmente al ser humano.
Soluciones tecnológicas
A pesar de la magnitud del problema, en los últimos años se han logrado importantes avances. En muchos países se han adoptado medidas para reducir los plásticos de un solo uso, como prohibiciones de bolsas, pajitas o envases desechables. Además, se están desarrollado alternativas biodegradables, sistemas de retorno y reutilización de envases, e innovaciones tecnológicas para mejorar el reciclaje.
En este contexto, la economía circular se presenta como una estrategia clave para la transformación estructural del modelo productivo, enfocada en la reducción en origen, reutilización y rediseño de materiales. A pesar del impulso al reciclaje, se estima que solo el 9% de los residuos plásticos a nivel global son reciclados eficazmente, debido principalmente a la heterogeneidad de polímeros y aditivos empleados, la falta de infraestructura tecnológica para el reciclado avanzado y a costes de producción.
Las alternativas tecnológicas a los plásticos convencionales derivados del petróleo están ganando terreno, si bien aún se enfrentan a importantes desafíos de escalabilidad y coste de producción. Entre estas, se encuentran los bioplásticos no derivados del petróleo producidos a partir de materias primas renovables como almidón, celulosa o aceites vegetales (PLA, PHA, PBS), los plásticos compostables diseñados para biodegradarse en condiciones controladas, el uso de materiales alternativos (vidrio, acero inoxidable, papel, fibras vegetales), especialmente para sustituir envases y productos de consumo cotidiano. La producción de estos materiales representa tan solo el 1% del volumen de plásticos que se fabrican anualmente en el mundo.
Legislación y tratados internacionales
Los plásticos son una de las siete áreas clave de la Comisión Europea para alcanzar la Economía Circular en 2025. Así, la Unión Europea avanza en el marco de la Estrategia para el Plástico en una economía circular y del Pacto Verde (Green Deal), con directivas de plásticos de un solo uso, prohibición de bolsas de plástico ligeras no compostables, se restringe el uso de microplásticos añadidos intencionadamente a los productos (cosméticos y material de relleno granular utilizado en superficies deportivas artificiales), se regulan los envases, se fija el objetivo del 25% del contenido de reciclado en botellas de plástico (PET) para este año y del 30% para 2030 y se promueve el ecodiseño. Uno de los avances más importantes es el desarrollo del Tratado Global sobre la Contaminación por Plásticos promovido por Naciones Unidas (2022), con carácter jurídicamente vinculante, que pretende abordar el ciclo de vida del plástico, desde su producción hasta su eliminación. Con la participación de representantes del sector privado, la comunidad científica y la sociedad, se espera que avance su desarrollo y se apruebe en 2025, estableciendo límites a la producción de plásticos vírgenes (pellets), prohibición global sobre productos plásticos de un solo uso, estándares técnicos sobre biodegradabilidad y etiquetado y reglas sobre responsabilidad extendida del productor.
Papel de la industria
Es innegable el papel que desempeña la industria. Por un lado, como protagonista del problema de la contaminación plástica, y por otro, como agente indispensable en la transición hacia modelos más sostenibles. Una de las principales responsabilidades es adoptar el enfoque de economía circular, que busca cerrar el ciclo de vida de los productos mediante la reducción, reutilización y reciclaje de materiales. Para ello, es necesario rediseñar productos pensando en su reciclabilidad, sustituir plásticos convencionales por bioplásticos o materiales compostables, y colaborar en la creación de sistemas de retorno o reutilización.
Sin embargo, muchas de estas acciones voluntarias no son suficientes para revertir la tendencia actual, y en algunos casos se utilizan como “greenwashing”, estrategias de marketing más que verdaderos compromisos ambientales. Por ello, se hace indispensable una regulación que comprometa a la industria a responsabilizarse por los residuos que genera, incluyendo leyes de responsabilidad extendida del productor, límites al plástico de un solo uso y exigencias de reciclabilidad. Además de una mayor transparencia respecto a la composición de los aditivos y sustancias químicas en los productos plásticos que puedan dañar la salud humana y ambiental, así como estrategias para reducir la producción y el uso de plásticos con aditivos químicos peligrosos y sustancias químicas de especial preocupación.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
La Unión Europea, a través de su Estrategia de Economía Circular y el Pacto Verde Europeo, promueve un modelo de producción y consumo más sostenible. La ciudadanía juega un papel fundamental en la transición hacia una economía circular, baja en residuos y con menor dependencia del plástico. Algunas prácticas que todos podemos incluir en nuestra vida cotidiana incluyen: Reducir el uso de plásticos de un solo uso, evitando productos como bolsas, botellas, platos y pajitas de plástico, optar por alternativas reutilizables hechas de materiales sostenibles como vidrio, acero inoxidable; adoptar un consumo responsable, priorizando productos duraderos y que generen menos residuos, fomentar el consumo local y de temporada para reducir la huella ambiental; emplear envases reutilizables y reciclables, bolsas reutilizables, comprar a granel cuando sea posible para evitar envases innecesarios, elegir productos con envases reciclables o compostables certificados; separar los residuos para facilitar el reciclaje; participar en sistemas de retorno y depósito de envases; reducir la huella de consumo, minimizar el uso de servicios de entrega con exceso de embalajes; elegir empresas y marcas con compromisos ambientales verificables; exigir a autoridades locales y nacionales la implementación de políticas contra la contaminación por plásticos.
Estas acciones se alinean con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), y forman parte del camino hacia una economía más justa, circular y resiliente. Cada decisión diaria cuenta para lograr un planeta libre de contaminación por plásticos.
Solo a través de una colaboración multilateral efectiva, una industria corresponsable y una ciudadanía activa, conscientes de la gravedad del problema, de la necesidad de una producción y consumo sostenibles y de una gestión de residuos eficiente, será posible detener la contaminación por plásticos. El crecimiento en la producción y el consumo de los plásticos, pese a todas las medidas implementadas, sigue siendo exponencial por lo que es imprescindible tomar medidas en origen, limitando la producción y generación de plástico virgen. Centrar la solución del problema desde la perspectiva de fortalecer el reciclado o la producción de biopolímeros, sin establecer un límite de producción, no es suficiente.
El Día Mundial del Medio Ambiente no debe ser una simple celebración simbólica, sino una plataforma de movilización y acción individual, colectiva y global en la lucha contra la contaminación por plásticos.
*La Cátedra Emalcsa no se identifica necesariamente con las visiones expuestas por los autores de los artículos que publica. Nuestra intención es ser un medio para la difusión, el diálogo, el debate y el avance en conocimiento.